Hace unos meses recibimos la invitación a una boda que se celebraba en Zagreb. Y yo, que siempre estoy deseosa de viajes pensé ¿en Zagreb? ¿Y qué se nos ha perdido allí? Y claro, había que hacer el viaje para descubrirlo…
El vuelo:
Si quieres llegar en vuelo directo a Zagreb te diré que las opciones son pocas, tan solo vuela una compañía, Iberia, y en los meses de verano. En mayo, cuando nosotros viajamos, todos los vuelos a Zagreb eran con escala. Si viajas como nosotros, en temporada baja, una opción puede ser volar a Budapest y desde allí hacer el viaje en bus, cuesta unos 30 euros el trayecto y se tarda alrededor de cinco horas.
Nosotros decidimos optar por la opción más económica. Volamos a Bérgamo con Ryanair por el módico precio de 16 euros por trayecto. Una ganga que conseguimos de casualidad un mes antes del viaje. Al comprar el billete reservamos también el coche de alquiler con la compañía Low Cost Firefly. Hay que reconocer que los precios que ofrecen son muy competitivos, aunque también tiene sus riesgos.
Pagamos tan solo 25 euros por cinco días de alquiler del vehículo. Eso sí, tuvimos que hacer una cola de casi tres horas hasta que pudimos recoger nuestro Cinquecento y viajamos con un seguro básico, sabiendo que, si rozábamos el coche, nos tocaría pagar una penalización de 1.600 euros. Por cierto, esta compañía realiza un bloqueo de 600 euros en tu tarjeta de crédito antes de entregarte el vehículo.
Se tardan unas seis horas en llegar a Zagreb en coche desde Bérgamo. Durante el trayecto, antes de cruzar la frontera de Eslovenia, es necesario comprar una viñeta, una pegatina que debes poner en la luna delantera del coche. Cuesta quince euros y da derecho a transitar por las autopistas de Eslovenia durante una semana. Puedes comprarla en la última gasolinera italiana que encontrarás justo antes de cruzar la frontera.
El alojamiento:
Alquilar un buen apartamento en Zagreb a un precio económico es bastante fácil. Nosotros encontramos uno estupendo en pleno centro de la ciudad, calle Illica, por 40 euros la noche. Solo tenéis que echar un vistazo en booking o airbnb.
La ciudad:
Lo primero que hay que hacer cuando llegas a Zagreb es cambiar dinero. El país no forma parte de la unión monetaria europea y conserva su moneda, la kuna. Hay bastantes oficinas de cambio por toda la ciudad y a unas malas en algunos establecimientos llegan a aceptar euros.
Lo primero que debes saber sobre Zagreb, y es una de las cosas que más me gustó, es que se puede recorrer perfectamente a pie, aunque la ciudad cuenta con varias líneas de tranvía que conectan el centro de una manera rápida y cómoda.

Es una ciudad pequeña y en muchas zonas completamente peatonal. Pero siendo una ciudad pequeña, tiene el encanto de las grandes capitales centro europeas. De hecho la llaman la pequeña Viena. Es otra de las cosas que me conquistó de Zagreb, que tiene ese aire señorial de las ciudades que formaron parte del Imperio Austrohúngaro pero mezclado con la influencia que los regímenes soviéticos tuvieron sobre ella.
Se puede decir que hay dos Zagrebs, la parte vieja o ciudad alta, donde se encuentran los dos barrios que dieron origen a la ciudad, Kaptol y Gradec. Y la ciudad nueva o ciudad baja. Para mí la gran sorpresa fue la ciudad alta, así que os recomiendo que dediquéis tiempo a pasearla y disfrutarla.
Pero para una primera toma de contacto con la ciudad mi recomendación sería partir de la plaza de Ban Jelacic, el centro neurálgico de Zagreb, o lo que vendría a ser como la puerta del sol de Madrid. Desde ahí caminando puedes acercarte a visitar la catedral de la Asunción y a muy pocos metros encontrar uno de los principales atractivos de Zagreb, el mercado de Dolac.
Es un mercado de abastos al aire libre, donde se pueden comprar productos típicos del país, flores y artesanía. En esta zona hay diferentes terrazas en las que poder parar a comer algo. Y comer en Zagreb, dicho sea de paso, resulta muy económico. Será difícil que te gastes más de 10 o 15 euros por comida.
El paseo puede continuar hasta la calle Tkalciceva, una preciosa avenida peatonal llena de cafés y terrazas donde se respira uno de los mejores ambientes de la ciudad. Está siempre súper concurrida y esa fue otra de las sorpresas en Zagreb, el ambiente que hay siempre en las calles. Yo diría que a los «agramitas», gentilicio de Zagreb, les gusta salir y disfrutar tanto como a los españoles.
Desde Tkalciceva se puede subir a la ciudad alta de Gradec caminando, o coger el funicular, que es uno de los grandes atractivos de la ciudad, aunque no deja de ser un poco raro subir a un vagón para recorrer una distancia de 60 metros en poco menos de un minuto.
Si cogéis el funicular os dejará a los pies de la torre Lotrscak, la atalaya que defendía la entrada de Gradec y avisaba a cañonazos del cierre de las puertas de la muralla.
Si decidís subir andando llegareis a la puerta de piedra, uno de los lugares más simbólicos de la ciudad. Es la única entrada que se conserva de las que hubo en la muralla y en su interior hay una pequeña capilla dedicada a la Virgen María. Al parecer en el año 1731, tras un incendio, esta imagen de la Virgen apareció intacta entre escombros y cenizas. Actualmente es un lugar muy frecuentado por los creyentes croatas que se acercan hasta allí para rezar.
Desde allí se llega en nada a la plaza Markov donde se encuentra la iglesia de San Marcos. Es otra de las visitas obligadas en Zagreb, fácilmente reconocible por su tejado decorado con mosaicos de colores. Es posible que en la puerta de la iglesia encontréis un escenario. Los croatas son unos grandes apasionados de la música clásica y hay conciertos a todas horas y en cualquier parte de la ciudad.
El paseo continúa después hacia la iglesia de Sveta Katarina, siguiendo ese camino llegaréis a una plaza desde donde se puede disfrutar de una de las vistas más bellas de la ciudad. Hay unos escalones que bajan a un paseo ajardinado y en un rincón una especie de pequeño balcón repleto de candados, como los ya famosos candados del amor de Florencia. Yo diría que este rincón es el mejor lugar de Zagreb para hacer fotos panorámicas.
La plaza también acoge conciertos en las noches de primavera y verano y es un estupendo lugar para tomar algo cuando empieza a caer el sol.
Y hasta aquí las visitas diríamos “obligadas” si no se dispone de mucho tiempo para ver la ciudad, que fue nuestro caso. Aun así sacamos un hueco para visitar el museo Mimara, el museo de artes de la ciudad, aunque hay muchos otros museos de temáticas muy variadas que nos quedaron por visitar.
Un pequeño apunte sobre la vida nocturna y la gastronomía de Zagreb:
Una de las zonas más interesantes para salir a cenar es toda la manzana que rodea a la plaza Petar Preradovic. Está llena de terrazas, restaurantes y pequeños bistrós con mucho encanto, donde puedes encontrar todo tipo de cocina.
Pero si lo que quieres es probar comida típica croata te recomiendo que vayas hasta el lago Jarun de Zagreb. Es la playa de los agramitas y está llena de merenderos, nada turísticos, donde poder degustar los platos clásicos de la gastronomía croata, como los cevapcici, las típicas salchichas croatas con pan pita y cebolla, la pasticada, carne estofada acompañada de gnocchi o el mlinci que es un pan sin levadura que se cocina como si fuera pasta y que suele acompañar al pavo, una de las carnes estrella en Croacia. Pero ojo, lleva cash porque en estos restaurantes no aceptan tarjetas de crédito.
Y hasta aquí lo que dio de sí nuestra estancia de tres días en la capital croata.
No sé si Zagreb merece ser llamada la pequeña Viena, pero lo que sí sé es que la ciudad te conquista, y que cuando te marchas lo haces con ganas de volver.